Al C.C.C.T., con cariño
Crecer en los ochenta
Viernes 22 de abril de 1988
… Hubo exposición de Ciencias de la Tierra. En la salida estaba S. con su Fuego y se puso a picar cauchos con R. Le tiraron desde un camión una guayaba a T.
Cuando salimos de “El Rosal” estaba O. paveando ahí. Nos fuimos a comer perrocalientes al Centro Plaza con J., el jodedor que estudiaba en “El Rosal”. Acompañé a E. a Altamira y luego cada quien a su casa. En el Centro Plaza vi a H. y a C. de lejos. En la tarde fui con E., su primo, el negro e Y. al CCCT a ver Hechizo de Luna, bien mala por cierto.
Luego del cine echamos broma por ahí … entramos al Nautilius –un gimnasio burda de arrecho- luego nos fuimos cada quien a su casa. Cuando llegué había un perrito en el pasillo, cerca de la casa…
Vivir en una ciudad como Caracas supone estar preparado para ver los grandes y constantes cambios que han ocurrido. En los años ochenta, Caracas podía presumir de ser una metrópolis aún en crecimiento, aunque ya mostraba signos del inevitable agotamiento de una ciudad de más de cuatrocientos años.
La Caracas de finales de los ochenta mostraba frescas cicatrices producto de las recientes reformas introducidas por el Metro. Nuestro sistema subterráneo cambió la faz de la ciudad para siempre. Las Líneas 1 y 2 quedarán en mi memoria como una bocanada de aire fresco para una ciudad que buscaba reinventarse entrando al futuro bajo la tierra.
Dentro del proceso de modernidad de Caracas, en los años setenta se inauguró un magnífico complejo comercial llamado Centro Ciudad Comercial Tamanaco (mejor conocido como “el CCCT”), ubicado al final –o al comienzo, da igual- de la Base Aérea de La Carlota.
Cuando el centro comercial se disponía a cumplir cuarenta años, parte de la historia fue reseñada en una nota de prensa:
Para el año de 1972 se inició la construcción de la edificación que llevaría el nombre del heroico Cacique Tamanaco, la construcción de la primera etapa culminó en 1976, en esta ciudad comercial se utilizaron materiales de construcción considerados de óptima calidad como concreto de alta resistencia y cables importados desde Inglaterra entre otros materiales nacionales de gran resistencia.
Casi inmediatamente de finalizar la primera etapa y muy animados por la aceptación de los comerciantes y empresarios que compraban tanto en locales como en oficinas los constructores inician la segunda etapa del CCCT en 1977.
La segunda etapa está constituida por cuatro torres de oficinas, tres niveles de locales comerciales y un hotel.
La torre A cuenta con 100 oficinas, la torre B con 120, la torre C con 130 y la torre D con 50 oficinas. El hotel CCT tiene una disponibilidad de 192 habitaciones, en su conjunto hay, canchas de tenis, piscina, salones para reuniones y fiestas y restaurantes de calidad internacional.
Tengo muy pocos recuerdos de ese centro comercial siendo niño.
Mis primeras referencias de esas estructuras tipo centro comercial fueron el Unicentro El Marqués, el Centro Comercial Los Ruices, el Centro Plaza y el Centro Comercial Chacaíto. Al menos esos son los que más recuerdo, pues estaban más cerca de mi casa.
También habría que incluir en esa lista al Centro Comercial Concresa, Centro Comercial Paseo Las Mercedes, menos frecuentado por mí, pero son más o menos de la misma época.
Todos ellos son parte de una generación de centros comerciales, en cuanto a estructura física y en cuanto a funcionalidad, que pronto evolucionaría hacia otro tipo de estructuras más complejas y más ambiciosas.
El CCCT, o “el CC”, como también se le reconocía, es una de esas estructuras complejas y ambiciosas que ha soportado como ninguna el paso del tiempo.
Con más de cuatro décadas de vida en una ciudad que ha envejecido como ninguna otra, el CCCT se ha negado a ser parte de ese proceso de deterioro creciente y degradante.
Visitar hoy el CCCT sigue siendo para mí una experiencia gratificante, como lo fue en 1988 y como lo fue en los noventa cuando trabajé por primera vez en una agencia de publicidad (Franklin Whaite: Lintas Worldwide).
Aunque la estructura física prácticamente permanece inalterable, la vida del centro comercial ha cambiado.
El CCCT tenía varias salas de cine, lo cual lo hacía una opción más atractiva siendo adolescente. Recuerdo el Gran Casino, que quedaba en la zona donde hoy en día se hace la Feria Navideña (o cualquier otra feria comercial). Era un cine de una estructura impresionante y siempre era un gusto ver alguna película allí.
Pero también había otras salas de cine, ubicadas en Planta Baja. Creo que se llamaban Multicinemas. Varias salas de cine más pequeñas que el Gran Casino, pero que igual cumplían su función de entretenimiento.
Tengo la siguiente imagen en mi memoria, siendo apenas un adolescente en su primer año de bachillerato (tal vez el año 1983):
Fui con un compañero de clases a ese centro comercial. No recuerdo si estábamos escapados del colegio o si era algún fin de semana o feriado. Lo cierto es que estábamos subiendo por las escaleras mecánicas del centro comercial, cada uno con un vaso de refresco en la mano.
Terminado el refresco, con el vaso en la mano, mi amigo me empujó el vaso, el cual cayó desde lo alto de las escaleras mecánicas hacia PB. Hubiese quedado en una travesura mala de adolescentes gafos si no fuese porque una de las personas de seguridad del centro comercial nos vio, nos siguió, nos paró y nos llamó la atención.
Debo haberme asustado mucho en ese momento, lo cual me hace pensar que estaba escapado. Solo recuerdo que tuvimos que pedirle disculpas al señor de seguridad para poder continuar con nuestro paseo o para irnos de allí.
Otro elemento que recuerdo muy bien: la Feria del CCCT.
Debe haber sido la primera feria de comidas rápidas que vi.
A finales de los ochenta, la Feria del CCCT era famosa por ser un reducto de los llamados “punketos”, adolescentes que conformaban una llamativa tribu urbana, fácilmente identificables por su ropa y por sus peinados. De hecho, teníamos un compañero de clases entre cuarto y quinto año que era parte de uno de los grupos punketos.
También era la época de “los gladiadores”, otra tribu urbana de la que frecuentemente escuchaba. Estos tipos supuestamente también hicieron de la Feria su reducto.
Según este artículo “CCC Tamanaco: Estructura de Vanguardia”:
Otro dato revelador de este icono comercial de los 70 y 80 es que la primera feria de comida de Venezuela y Latinoamérica se abrió en sus espacios y fue una iniciativa del grupo comercial TropiBurger.
Del CCCT y sus lugares de comida, tengo grabado mi memoria un local llamado Burger Bistró.
Me parece que estaba ubicado donde hoy está Arturo´s (Nivel C1). Recuerdo un local muy amplio, innovador, con una propuesta gastronómica insólita para ese entonces: hamburguesas a un nivel mucho más sofisticado que en TropiBurger, hamburguesas completamente “a la medida” de cada quien, con los ingredientes que quisieras y con las cantidades que quisieras.
Era un local muy grande, bonito y lleno de todas las posibles delicias que acompañan a una hamburguesa como Dios manda.
Por supuesto, hoy en día esa propuesta gastronómica es casi un estándar. La cadena Chipi´s masificó el fenómeno de la hamburguesa a la medida a finales de los noventa.
Pero nunca nada como el Burger Bistró del CCCT. Posiblemente marcó en gran medida mi gusto por las buenas hamburguesas.
El famoso Nautilus –aún de pie- es parte importante de la dinámica del centro comercial.
Ni hablar del legendario San Nicolás en su trineo de todas las navidades, un emblema de la Navidad caraqueña, casi a nivel de la Cruz del Ávila.
Según la cuenta de Twitter del CCCT (ver imagen), el Trineo de Santa se encendió por primera el 15 de noviembre de 1978.
Desde entonces, cada 15 de noviembre se repite el ritual de encendido del Santa y el comienzo “oficial” de la Navidad en el centro comercial.
La Navidad siempre ha sido una época en la que el centro comercial se engalana para recibir a sus visitantes.
Tengo muchos otros recuerdos del CCCT que me darían para escribir veinte reseñas más: en los años noventa el centro comercial fue una de las víctimas de la batalla aérea que ocurrió sobre Caracas el 27 de noviembre de 1992. Al estar al lado de la base aérea de La Carlota, el CCCT fue escenario indirecto de los combates de ese día.
Pocos meses después, en 1993, un carro bomba fue detonado en el estacionamiento del centro comercial. Un hecho inédito en la historia de Venezuela que presagiaba todas las mareas altas que hemos vivido desde entonces.
Ese mismo año, en septiembre del 93, comencé a trabajar haciendo pasantías en la agencia de publicidad Franklin Whaite, ubicada en el Sector Yarey, entrando por el Nivel C2. El punto de referencia era Discocenter, una cadena de tiendas de discos esparcida por toda Caracas.
El CCCT también ha sido famoso por sus discotecas: City Hall, Palladium, Palls han marcado distintas épocas en una ciudad que jugó a la modernidad a mediados y finales del siglo XX pero salió con las tablas en la cabeza en el comienzo del siglo XXI.
Hay algo que me sorprende del CCCT de hoy vs. el CCCT anclado en mi memoria: cuando voy cualquier medio día me sorprende la cantidad de personas que abarrotan sus pasillos y escaleras mecánicas. Es como si fuese diciembre –en los años de bonanza- todo el año.
En mi memoria el centro comercial era mucho más tranquilo. Claro, tiene lógica: hace 30 años la población caraqueña no era tan grande ni tan compleja como lo es ahora.
Son incontables las veces que he ido al CCCT, la cantidad de películas que vi allí, la cantidad de cosas que he comprado, las veces que allí he comido, las veces que he compartido con personas que quiero, amigos, compañeros de trabajo, familiares.
A estas alturas no tengo dudas: el CCCT ha sido y es parte de los escenarios de mi vida. Por eso, este pequeño homenaje para esa estructura en forma de pirámide invertida que es parte no solo de mi historia sino de la historia de muchos que hayan vivido en esta eterna sucursal del cielo llamada Caracas.